Escuchamos
en los noticieros y en la prensa noticias mundiales sobre protestas,
paros, disturbios y hasta suicidios a causa de la actual “crisis
económica” y sus efectos. Sin embargo más allá de ser pasivos
consumidores de información debemos usar la información para pensar
activamente y reflexionar sobre el momento que viven las ciudades.
Dentro
del titular frío que muestran las noticias hay toda una dinámica
mundial de presión-reacción-acción. Las lógicas de acumulación y
de riqueza de los sectores poderosos de países europeos y
norteamericanos han aumentado la presión sobre los sectores medios y
bajos de la ciudadanía: desalojos, embargos, despidos, recortes de
salario, recortes de prestaciones sociales, poca oferta laboral, etc.
Estos efectos de la actual crisis han provocado, naturalmente, la
reacción de los sectores damnificados. Los sectores
asalariados-obreros han salido a las calles organizados en sus
sindicatos y organizaciones, sin embargo, esta vez lo interesante es
que las protestas no solo están nutridas de trabajadores(as)
sindicalizados sino que también se escuchan fuertes los gritos de
indignación de amas de casa, choferes de taxis, estudiantes,
profesionales sin trabajo, trabajadores informales, pensionados,
meseros, cocineros, inmigrantes, etc., es decir, de sectores no
homogéneos y tan ciudadanos y afectados como los demás.
Dichos
sectores han construido espacios y estrategias de visibilizarían, de
resistencia, de protesta y encuentro dentro de sus ciudades, tal es
el caso de LOS INDIGNADOS de España o el movimiento Occupy Wall
Street en los EEUU; son iniciativas ciudadanas creativas que
demuestran su rebeldía e inconformismo acampando, analizando
propuestas, encontrándose en el debate e incluso proponiendo nuevas
formas de vida alejadas de los inventos engañosos del sistema
económico imperante (capitalismo), apelando a acciones “sin
permiso” y que en algunos casos derivan en desalojos violentos por
parte de las fuerzas oficiales del Estado (defensoras del poder
constituido).
Este
mundo en convulsión tiene un viejo culpable: el modelo económico
capitalista. En Colombia padecemos históricamente los caprichos de
este modelo económico agravado por las exorbitantes conductas
corruptas del Estado. Las ciudades (además del campo) cada vez son
mas hostiles, injustas, violentas e indignas. Sobre la mesa está la
oportunidad del cambio: los trabajadores informales, las amas de
casa, los jóvenes sin educación ni trabajo, los desplazados
radicados en la ciudad, los sin techo, etc somos una fuerza en
potencia, somos un cañón de largo alcance, pero estamos aun
dispersos, distraídos y engañados impidiendo que formemos a nuestra
manera, desde nuestra realidad, en nuestra ciudad, un movimiento de
inconformes, de indignados(as), de ciudadanos y ciudadanas rebeldes
con causa que pongan sus sueños y derechos en las prioridades de sus
vidas. El tema del derecho al agua, al trabajo digo, a vivienda, a
salud digna, el tema de la corrupción, son muestras de la urgencia
del encuentro, de la unidad, del pensamiento colectivo. Dejemos el
miedo y la pena, el/la del lado es mi compañero(a) de lucha.