¡Ésta victoria es de ustedes!

con el SENADOR ALBERTO CASTILLA, ganan la madre tierra, el agua y los páramos, los mínimos vitales de agua y energía, las semillas y el alimento, la tierra y el territorio, el trabajo para los jóvenes, las luchas de las mujeres, la paz.

sábado, 2 de noviembre de 2013

Justin Bieber en Santurbán


Un hecho que parece ser aislado es otro ejemplo del común divisor nacional

Foto del Grafitero Diego Felipe Becerra

El 30 de septiembre el cantante pop canadiense Justin Bieber salió por las calles de Bogotá realizando grafitis ilegales con el acompañamiento de sus escoltas y de la Policía Nacional. Es claro que la idea de la mayoría de los artistas pop es generar escándalos y no salir nunca de los noticieros. No obstante esta vez el cantante ignoró (y no le debe importar un pepino) una situación particular y latente: el asesinato del grafitero Diego Felipe Becerra a manos de la Policía Nacional el 19 de agosto del 2011 por el ´delito´ de salir a dibujar en las paredes.

Acá la polémica es mas que justa y es fácil unir cables para saber a qué se debe la controversia. El cantante debe ahora estar en las calles de otro país agitando mas latas y generando mas opinión en su nicho de mercado (jóvenes fanáticos de su imagen y voz). Acá en Colombia la cosa hiere cada vez mas las susceptibilidades, cada vez que uno recuerda el incidente como que le cabe mas gravedad, es algo de no creer. 
Justin Bieber grafitiendo por Bogotá

Pasando revista del acontecer político y económico nacional, encuentra uno palabras clave en común entre este incidente y las locomotoras de ´desarrollo´ que realmente vienen diseñándose desde 1991: Un mercado de talla internacional, canadiense, preferencias, ilegal, injusticia, policía, autoridades, indignación, etc.

Ese trato especial que le dio la policía a Justin es el mismo trato especial que dan las autoridades gubernamentales a, por ejemplo, las multinacionales. Y es que este cantante no es más que un negocio multinacional que vende música y escándalos.

Ese trato injusto que le dio la policía a Diego Felipe es el mismo trato injusto que da el ESMAD y el ejército a las comunidades que viven en medio de las zonas destinadas a la explotación minera o megaproyectos.

Esa misma ilegalidad con la que Justin grafiteó es la misma ilegalidad con la que decenas de multinacionales se han adueñado de varios territorios, o la misma ilegalidad con la que las mineras exploran páramos en el país. Pero es una ilegalidad tolerable y hasta respetable porque se trata de los duros del norte, de los canadienses que nos traen un ´país moderno´.

Ese mismo cinismo con el que la policía argumenta que ellos solo protegieron a Justin en todo momento[1], es el mismo cinismo con el que los gobiernos defienden la inversión extranjera porque ellos solo quieren ser los amigos bobos de las potencias.

Esa misma irritación que sentimos con la controversia Justin/Diego Felipe es la misma irritación que se siente en controversias como la del páramo de Santurbán, donde se privilegia el negocio extranjero de una corporación canadiense ( y otras mas) por encima del derecho al agua y a la garantía de esta.

Indignaciones que en todos los casos tienen un gran reto por delante: dejar de ser meros sentimientos personales compartidos por la mayoría y pasar a ser un verdadero grito de dignidad nacional que se traduzca en un rechazo eficaz a este modelo económico del despojo cultural y territorial. ¡NO MAS DE LO MISMO!

EL caso de Justin graffiteando Bógota con las sirenas de la policía cuidándolo, es el mismo caso de Pacific Rubiales explotando petróleo en el Meta con un batallón protegiéndolo del inconformismo obrero y ciudadano[2], es el mismo caso de Marmato, de la Colosa, del Quimbo, de tantos lugares nacionales que se ven afectados por el cruel paradigma del neoliberalismo en los países tercer-mundistas: Las naciones, las leyes y el bienestar están muy bien decoradas de importancia en la letra escrita pero en la realidad quien manda es el poder corporativo, el poder empresarial de las multinacionales. Las naciones, los ciudadanos, los derechos, la ética pasa a un segundo o tercer plano cuando la inversión extranjera toca a la puerta, o mejor, cuando tumba la puerta.

No es un esfuerzo por convertir el escándalo de Justin en la metáfora nacional, es realmente un episodio mas de un paradigma económico que retroalimenta un paradigma cultural que tanto daño nos hace: Creer que no somos dignos de escribir nuestra historia, de mandatar nuestro territorio, de relacionarnos con otros países de tu a tu, creer que nuestra identidad la debemos buscar fuera de esta hermosa esquina continental. ¿Será que nuestro peor delito es ser colombianxs en Colombia?
 
15 de Noviembre, 2:00 p.m. Puerta del Sol