jueves, 24 de octubre de 2013

URBANIZACIÓN DISPERSA: EL CASO DEL ÁREA METROPLITIANA DE BUCARAMANGA


Por: José Antonio Fuentes[1]

La ciudad históricamente es el resultado de la acumulación o el excedente de la producción, así fue el origen de las primeras, y ésta pauta le sucedió a lo largo y ancho del mundo. Sin embargo, poco podemos decir esto con respecto a las ciudades hispánicas en el “Nuevo Mundo” -para los europeos- estas por lo general fueron el resultado del proceso de la penetración y  del saqueo y aprovisionamiento de mano de obra servil en América. [APRIL GNICET, Jacques, 1991]

El caso de la ciudad de Bucaramanga no fue ajeno al proyecto hispano, se constituyó como un resguardo que fue desapareciendo a medida que se extinguían los indígenas, de ahí que aparezca con la connotación de “pueblo de indios”. Ya para mediados del siglo XVIII y principios del XIX la ciudad funcionaba como un centro de acopio y aprovisionamiento, cruce de caminos hacia la Costa, Venezuela y Bogotá. [MARTÍNEZ, Armando y GUERRERO Amado, 1995]


Panorámica de Bucaramanga en 1980 (Imagen en banrepcultural.org )


Las ciudades que sobrevivieron al siglo XIX y las nuevas fundaciones obedecieron más a la inserción de estas en el mercado internacional como productoras de materias primas, enclaves económicos del capitalismo y poco conectadas entre sí. Y en su parte interna poca o nula relación tuvieron con sus hitos naturales, dándole la espalda a los cursos de ríos que las vieron crecer. [ZAMBRANO PANTOJA, Fabio, 1993]

En el caso de Bucaramanga, la estructura urbana irregular de cuadrícula y ortogonal en algunos casos ,seguirá el viejo cruce de caminos, y alrededor de ella se desarrollará la ciudad a medida que las haciendas iban desapareciendo. Propiedades que estaban vinculadas a unas pocas familias.  [RUEDA GÓMEZ, Néstor, 2003]

El sur de la ciudad por los años 70 del Siglo XX (Foto Skycrapercity Don Pacho)

De otro lado las políticas de vivienda social desarrolladas por el Estado en el siglo XX, serán infructuosas, dejando a las urbanizadoras el rol protagónico que le correspondía. En este periodo la masa de mujeres y hombres de campo construirán la ciudad en las zonas en las que por lo general el valor de la tierra era marginal, o donde por cuestiones ambientales o físicas era poco probable la construcción. Los que se ubicarían en el centro de la ciudad serían rápidamente expulsados a las periferias. Todo ello crearía una mano de obra barata y no calificada, reservada para permitir la acumulación del capital.  


VOLVER A LOS CERROS, VOLVER A LOS RIACHUELOS; HACIA UN CINTURÓN VERDE.

Ahora bien, hemos escuchado muchas veces a cerca del Burro, el Bobo y el Barril, cuando la ciudad carecía de alcantarillado o de infraestructura vial. Las chorreras y quebradas eran las fuentes que abastecían a los vecinos de agua, tanto para el consumo como para lavar y hacer los demás quehaceres del hogar. Sobre ellas se centraban las historias de vida y pastaban los ganados, pero los paradigmas urbanos le asignaron una visión de peligrosidad y de insalubridad a todo aquello que fuera natural, pronto se canalizaron las quebradas, se rellenaron, o simplemente la ciudad les dio la espalda. Si se hiciera un balance sobre espacio público, el déficit es impresionante y devolverle la parte ambiental sería una de las soluciones más sanas.

Un sector de los cerros orientales de Bucaramanga (Foto: Skycrapercity JulianZ)


De otra parte la ciudad se encuentra insertada en todo un sub-sistema socio-ambiental que bordea el sistema ecológico de páramos. Por lo que se hace necesaria la conservación del mismo, ya que regula la vida y la supervivencia de la ciudad. Por eso cuando se habla de que el Plan de Ordenamiento Territorial debe estar preparado  para el cambio climático se habla de los nuevos cinturones verdes, de reservas ecológicas, ya sea que aparezcan desde la normativa de parques o plazas en los espacios urbanos, peri-urbanos o regionales.

Para ello es indispensable tener un censo ambiental de ecosistemas; hídrico, de suelos, de flora y fauna, etc., es decir otra “expedición botánica” a la Judía, a la Angula, a la Escarpa Occidental, al Cañón de las Iguanas y los Cerros Orientales entre otros subsistemas socio-ambientales y generar mecanismos de participación, de identidad, de movilización y organización.


LA RESERVA AGRARIA, LA RURAURBANIZACIÓN O LA URBANIZACIÓN DE LA PERIFERIA.

Colombia pasó en los últimos años de ser un país rural a un país urbano, todo ello en parte fue el resultado de los intentos de industrialización por sustitución de importaciones que se dieron en América Latina y que atrajeron a cientos de hombres y mujeres del campo a la ciudad, sumado a ello durante la mitad del siglo XX la violencia política en el país también funcionó como expulsor, a ello le siguieron las demás violencias; el hambre, la falta de empleo, la marginalización y la exclusión fueron los males que encontraron muchos en la ciudades.

Cultivos de Mora en Planadas, Piedecuesta (Foto: Omar Alvarado en Flickr)

Pero con todo ello el campo no quedo vacío y menos si se tiene en cuenta que ciertos productos lograron vincularse al mercado internacional, los de más fueron a parar a la olla de cientos de familias. De ahí que nuestros abuelos y abuelas o padres trajeran consigo todo el peso cultural del campo que poco a poco la transformación urbana empezó a borrar.

La “gente” se vino, pero el campo siguió estando abandonado. Los intentos por la reforma agraria[2] pasaron hacer tema de “subversión” para el Estado, mientras que ya en los años noventa y principios de siglo XXI los paramilitares y terrateniente aliados o no, se apoderaban de las tierras que iban desocupando a sangre y fuego.  A ello le sobre vino la apertura económica que se suscribieron a tratados de libre comercio a diestra y siniestra en la última década agravando con ello las condiciones de los campesinos y entregando las tierras y los recursos naturales a multinacionales o grandes capitales[3].

No es paradójico que los departamentos donde se llevaron las movilizaciones y concentraciones, fueran donde la propiedad de la tierra tiene un peso histórico de colectividad o de minifundio, o mejor dicho de unidad familiar agrícola pequeña[4]. Y que de otra forma constituyen la despensa agraria del país. Las tierras de Boyacá, Nariño, Cundinamarca, Huila y Santander, en su parte andina.

Trabajos de Gran Minería en inmediaciones del Páramo de Santurbán (Foto de Jhoan Triana en rcnradio.com)

A escala local, en Santander se dio un proceso de mono-cefalea alrededor del A.M.B, concentrando un porcentaje de la población total de la región.  Sin embargo, el campo no dejo de producir tampoco; papa, cebolla, tomate de árbol, maracuyá, fresas, moras, fique, aguacate, mandarina, café, cacao, plátano, banano, mango y guayaban en fin una lista interminable de productos criollos, de semillas propias que nos permiten acceder a una canasta alimentaria natural y económica. Es difícil pensar la ciudad sin el campo, ya sea como reserva natural o agrícola, porque complementa la lógica del buen vivir.



[1] Maestrando en Planificación Urbana Regional –Universidad de Buenos Aires
  Historiador –UIS
  Diplomado en Pedagogía para la Educación en Investigación Educativa – UPJ
  Corporación para la Investigación en Políticas Públicas

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