(Ponencia presentada por la Red de Liderazgos Ciudad en Movimiento en el Seminario de Agenda Común de Paz desde los Territorios en Bucaramanga el 23 de agosto de 2014)
Ante la posibilidad de una salida política al
conflicto armado el gobierno colombiano ha empezado a hablar de un
posconflicto. Esa idea de posconflicto se puede resumir así: se trata de lograr
un acuerdo decente para las partes en una mesa de diálogo entre insurgentes y
estado, lo cual llevaría a la entrega de armas por parte de la insurgencia a
cambio de algunas concesiones sociales, no se sabe cuáles ni en qué grado, y
unas garantías para su participación en la vida política del país. Hablar de
posconflicto es hablar de acabar el conflicto, “superarlo” o “pasar la página”,
lo que es de por sí un sinsentido por dos razones principalmente.
La primera razón es que la historia de éste
país ha sido sellada con sangre y fuego. La guerra está presente en toda la
historia de la nación colombiana por la sencilla razón de que el proyecto de
nación impuesto por las élites no ha tenido más recurso que el uso de la
opresión y la violencia para sostenerse en el poder. Ante una nación que como
la describe William Ospina, fue moldeada por élites que nunca salieron de la
sabana de Bogotá, que siempre mandaron desde su visión blanca, bogotana y de
sangre azul, era natural la respuesta de las clases populares en todos los
momentos de la historia con el uso de la violencia. Toda la historia de
Colombia ha sido la historia de la contradicción entre opresores y oprimidos,
es decir el conflicto ha construido este país: su economía, territorio, estado,
política, liderazgos, etc. ¿Qué otra cosa fueron las resistencias indígenas,
afros, comuneras, de las luchas de independencia, las aspiraciones de los
liberales radicales, las resistencias obreras y las guerrillas liberales?
La segunda razón por la cual hablar de
posconflicto es un absurdo es que sólo la democracia construye paz, democracia
económica, social, política. Por lo tanto, matar el conflicto, acabarlo, es
acabar la democracia. Una democracia respetable, como diría Estanislao Zuleta,
es una democracia capaz de estar a la altura de sus conflictos para manejarlos
y no para silenciarlos. Una paz duradera es posible con cambios que permitan
manejar los conflictos. A ella aspiramos, por ella persistimos e insistimos a
las insurgencias, el Estado y las élites, muestras de voluntad. Éste país
también es de ustedes.
Pero no puede dejar de preocupar al país un
gobierno que dice estar con la Paz pero legisla para la guerra. Basta mirar
como ejemplo, el recién nombrado gabinete ministerial, que parece más bien el
staff de asesores de una multinacional que un conjunto de líderes ejecutores de
políticas públicas que den sustento a la paz. Ante el reto de una justicia
plagada de las peores injusticias e impunidades, da vergüenza un ministro del
Interior como Yesid Reyes Alvarado, célebre en los últimos tiempos por su
fehaciente defensa de la ex reina Valerie Dominguez por el saqueo de Agro
Ingreso Seguro. Ante las exigencias de que haya Paz para la naturaleza, que
cese toda forma de guerra contra el medio ambiente, que paren los mercenarios
de la locomotora minero-energética, da indignación un ministro de Ambiente como
Gabriel Vallejo, fiel asesor de toda la vida de la Casa el Tiempo y
multinacionales de la salud, los seguros y el sector financiero, sin el más
minúsculo mérito o conocimiento socio-ambiental. Ante el saqueo descarado de
nuestra riqueza petrolera y el desastre causado por las exploraciones y
explotaciones de las multinacionales en la altillanura, los piedemontes y la
cordillera oriental, nadie entiende de cuál Paz hablamos cuando nombran como
ministro de Minas a Tomas González, consagrado asesor de BP Colombia que opera
los campos petroleros de Cusiana y Cupiagua. ¿Y qué decir del ratificado
ministro de la guerra, que adereza la Paz con sus famosas pistolas electrocutoras,
y del miserable presupuesto nacional para 2015 que ya fue presentado al
Congreso con una rebaja de 13% de gato para Medio Ambiente en un momento de
crisis como la que vive el país? O nada más miremos en nuestra región: sed en
Lebrija y Los Santos, a tan pocos kilómetros de los billones derrochados en la
destrucción del río Sogamosos a través de Hidrosogamoso, en la construcción del
tal Cerro del Santísimo, un Acuaparque y un Panachi para el gran turismo
extractivista pero no para la gente.
Es claro que el clamor de todo un país casado
hoy con la Paz logró detener la maquinaria maloliente de los señores de la mafia
quienes pretendían tomar de nuevo en total libertad la presidencia de la república.
Será ese mismo clamor el que haga frente al aparato de guerra neoliberal que
parece reencaucharse hoy en el gobierno Santos. Siendo conscientes de los retos
gigantes de la Paz y de que ésta es el mayor reto que jamás haya tenido que
afrontar el pueblo colombiano, se hace urgente la puesta en marcha del
Movimiento Por la Paz, fortalecido y empoderado; para que la Paz no sea la del
extractivismo y la mafia, sino la de la nación donde todas y todos quepamos.
Dicho Movimiento por la Paz ha de partir de
la situación en la que le guerra ha dejado a los movimientos sociopolíticos.
Hoy parece recuperarse el movimiento de los ciudadanos, en lo que son síntomas
positivos distintas movilizaciones por educación, territorio, justicia, la
situación del campo, el medio ambiente, entre otras en los últimos ocho años. Igual
síntoma es la aparición de movimientos como la MANE, la Cumbre Agraria, MOVICE,
las Dignidades Agropecuarias, la Marcha Patriótica, la Comovsoc, el Congreso de
los Pueblos, y movimientos socioambientales como los Comités Ambientales,
Cívicos y por la defensa de los Páramos. La movilización organizada gana
cualidades y está haciendo Paz en la calles y llevando a las instituciones del
Estado distintos temas que necesariamente deben estar en la agenda de la Paz.
Deben estar allí por lo tanto, porque a la
muy lamentable cifra de millones de víctimas del conflicto armado entre las
insurgencias y el estado, hay que sumarle las grandes mayorías de éste país que
tienen sed de justicia y se sienten profundamente victimizadas por formas de
violencia diversas que destruyen su tranquilidad. Veamos sólo un ejemplo, como
es el caso del espiral de violencia en las ciudades del país, que ha sembrado
de miedo a ésta falsa democracia, que ha paralizado el liderazgo popular en los
barrios, que ha cooptado las estructuras de poder del estado, que ha llevado al
fracaso total a la política de seguridad ciudadana. Esa violencia cotidiana que
atemoriza a los vecinos, la misma violencia de los jóvenes asesinados entre sí y
por las manos negras de la mafia, está en primer orden de prioridad para las
familias colombianas en el actual momento. Y así mismo podríamos hablar de las
víctimas de las EPS, de las víctimas de las compañías de servicios públicos, de
las víctimas de las redes de sobreexplotación laboral en la informalidad, de
las víctimas de las constructoras. En un escenario de solución política al
conflicto armado entre el estado y las insurgencias: ¿qué va a pasar con las
estructuras mafiosas que se apiñan en las ciudades, todavía controlan campos, y
son poder armado y económico territorialmente? ¿Existe alguna voluntad de las
élites colombianas para desmontar ese engendro con el que han convivido en una
mezcla de capitales “limpios”, “sucios” y “grises” (Luis Jorge Garay)?
Los sentires de las grandes mayorías de este
país desbordan la actual agenda de negociación de la mesa de la Habana entre el
gobierno nacional y las FARC. La construcción de la paz debe abrirse a recoger
esos sentires para que la Paz se base, como hemos dicho en principio, en el
manejo adecuado de los conflictos. Y allí resulta esencial abordar el problema
de cómo es la paz en la ciudad colombiana, por distintas razones de alta
importancia.
Una razón es que el origen mismo de las
ciudades y su construcción ha estado marcado históricamente por la violencia,
bajo éste mecanismo se han apropiado las tierras unas pocas familias, se han
asegurado una desigual distribución de la riqueza unas élites locales, se han
asentado capitales trasnacionales, y mediante la fuerza las comunidades han
resistido, apropiado y construido los márgenes de la ciudad (“La ciudad
conquistada” de Jordi Borja) Las arbitrariedades y chanchullos de las
constructoras en connivencia con las supuestas autoridades son una pequeña muestra
de esto.
Otra razón es que el planeta y con él la
supervivencia de la especie humana están amenazados por un modelo de desarrollo
obsoleto, donde las ciudades absorben dos tercios de la energía del mundo y producen
algo más del 70% de la contaminación global, con la consecuencia de millones de
víctimas del cambio climático. Esta situación es peor aún en un país como
Colombia donde sus clases dominantes han optado por un modelo económico rentista,
que sobre-explota la naturaleza, pone en riesgo la vida, centra el crecimiento
económico urbano en la producción de viviendas aptas para el desastre e
infraestructura para la industria automovilística, permite la informalidad y
deja la puerta abierta al salvajismo de la inversión inmobiliaria, comercial, financiera
y mafiosa. Ya lo decía hace unos días el profesor Rafael Tellez: Bucaramanga
nos ciudad sostenible sino paraíso del capital. Para ilustrar el desastre nada
más miremos las más de 7mil querellas que hay en contra de constructoras por
invasión del espacio público sin que nadie responda al ciudadano, y ni qué
decir de la altísima concentración de la riqueza.
Y una razón adicional por la que la ciudad
colombiana es el escenario principal en el que se jugará la Paz es que nuestro
país dejó de ser una economía rural y cuenta hoy con un sistema de 15 ciudades
que concentran más del 70% de la población y el Producto Interno Bruto.
Entonces para construir una Paz estable y duradera hay que prestar especial
atención a la disputa por la ciudad, pues como hemos visto en ella está
asentado el corazón de una nación transformada, que parece discriminar sus
raíces ancestrales-rurales y en la cual las élites tradicionales y las mafias
han afirmado las bases de su poderío económico y violento. Estas tres razones
que hemos mencionado son esenciales para encontrar coincidencias entre lo que
se discute en la mesa de diálogos de La Habana y los sentires de la Nación
entera.
En este sentido vale la pena citar la
realización del Foro Mundial Urbano en Medellín el pasado mes de abril,
organizado por Naciones Unidas y que produce la Carta de Medellín. Éste
documento si bien plantea la necesidad de construir una ciudad democrática y
sustentable, no es sino una declaración de buenas intenciones que termina
entregando la gestión y apropiamiento de la ciudad a los capitales privados. Con
el relanzamiento de la Tercera Vía se pretende convencer al mundo de que el
desastre global, y dentro de él, el desastre de las ciudades, es posible de
sobrellevar con una dosis de “mercado hasta donde sea posible y estado hasta
donde sea necesario”, o lo que es lo mismo: guerra económica y social en una
sociedad de cero ciudadanía y resistencias. Ésta lógica absurda es la que se agita
en el escenario de la Paz, la lógica de
la ciudad-desastre. Pero ante esta ciudad paraíso del capital, otra ciudad
comienza a encontrarse y pensarse, la vimos latente en el Foro Social Urbano
Alternativo y Popular de Medellín que contó con 3mil participantes de las
principales ciudades del país y delegados internacionales.
Como vemos los retos que tiene la lucha por
la paz son gigantes y complejos pues no se le puede condenar a éste país a una
guerra perpetua y tampoco se le puede engañar con una paz de los vencedores del
neoliberalismo y la desposesión. Tal vez el reto central sea que los movimientos
alternativos realicen la oportunidad histórica de hacer de la Paz el escenario
de re-encuentro con las grandes mayorías desposeídas de toda esperanza y
derecho.
Es por todos estos motivos que ante un
eventual acuerdo en la mesa de la Habana los movimientos sociopolíticos y en
especial la ciudadanía de éste país están en condiciones de empezar a considerar
los siguientes aspectos para reformular su actuar:
- Desarrollar y
sostener un Diálogo Nacional por la Paz donde estén los actores del
conflicto social y armado y desde allí avanzar en la construcción de Agenda
y Movimiento por la Paz. Clamor por la Paz y el Frente Amplio por la Paz,
así como la necesidad de Diálogos Regionales de Paz, son bases fundamentales
para avanzar en este sentido. ¡Paz es participación de las grandes
mayorías!
- Pactar un apropiamiento
y gestión colectivos de lo público de la nación y la ciudad. La solución
al conflicto armado necesita de una metodología abierta a la ciudadanía
para transformar el uso de bienes comunes como los páramos, agua,
petróleo, biodiversidad, minerales, tierras, finanzas públicas, la
participación política, los derechos a la salud y la educación. En el caso
de las ciudades habrá que abordar la vivienda y el hábitat, los servicios
públicos con mínimos vitales, el crédito y las condiciones para la
producción, los ecosistemas, el espacio público, entre otros aspectos que
dicho sea de paso debemos exigir su inclusión en el próximo Plan de
Desarrollo 2015-2018. Proponemos la exigencia de que sean consignados en
dicho plan de desarrollo al menos dos puntos: Vivienda y Hábitat digno que
reformule una política de vivienda nefasta como la que actualmente margina
a los más pobres a los extramuros de las ciudades, que incluye el
mejoramiento integral de los barrios, el manejo integral de los riesgos
por le cambio climático, que toque incluyendo a la gente el ordenamiento
territorial desastroso de las ciudades colombianas y abra la discusión
sobre el problema de las tierras urbanas, tan saqueadas que debería
desarrollarse un proceso de restitución de tierras urbanas ¡Paz es
Cambios!
- Sentar las bases
de un sincero empoderamiento ciudadano en el territorio para defender la
nación y la paz, pues sólo la organización y conciencia ciudadana son
garantía de no repetición de las distintas formas de violencia que han plagado
nuestra historia de impunidades. ¡Paz es garantía de respeto a los
derechos humanos y de la naturaleza!
- Gestar las
condiciones para la construcción de un liderazgo y pensamiento propio para
que la creciente movilización social pueda madurar hacia nuevas y diversas
formas de gobierno. Para la Paz es obligatorio reconocer la
plurinacionalidad y valorar todas las experiencias políticas y
administrativas de las comunidades campesinas, afros, indígenas y de
pobladores urbanos, así como un sincero respeto por una izquierda capaz de
gobernar. Basta de guerras contra la gobernabilidad alternativa, como la
guerra a la que han sometido a la Bogotá Humana encabezada por Gustavo
Petro. Los de a pie también tenemos derecho a gobernar. ¡Paz es que no
maten la diversidad de la nación y las distintas alternativas de gobierno
que florecen en ella!
Nuestra experiencia de Red de Liderazgos Ciudad
en Movimiento en el Área Metropolitana de Bucaramanga, participante del
Congreso de los Pueblos apunta en este sentido. Hemos impulsado y participado
de la vida socio-política de la ciudad y el país: en el Congreso de los
Pueblos, Congreso de Paz, Congreso de Tierras, Territorios y Soberanías, en la
Cumbre Agraria, los Paros Agrarios y Populares; hemos estado del lado de la terca
esperanza en esta jungla de cemento que es la ciudad, junto a la lucha por el
agua y los páramos, en las exigencias comunitarias por sus territorios en el
marco de los POT y por Mínimos Vitales en Servicios Públicos, hemos promovido
la justa rebeldía de las mujeres contra el machismo y toda forma de violencia en
su contra, junto a los jóvenes hemos resistido al servicio militar obligatorio,
al desempleo, la mafia y la destrucción de las opciones de educación…
Los invitamos a encontrarnos en un Foro
Público para debatir sobre Paz Integral y Posconflicto, que proponemos realizar
la tercera semana de septiembre en Bucaramanga. Nos veremos en la construcción
de esa Paz a la que todas y todos aspiramos, y que debe transformarnos en
conjunto desde la raíz ¡Paz es cambios! ¡Paz es participación!
Red de Liderazgos Ciudad en Movimiento
Congreso de los Pueblos
Área Metropolitana de Bucaramanga
Agosto 23 de 2014